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La historia interminable II

Ítaca

Ítaca

 

Cuando emprendas tu viaje a Itaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes,

ni al colérico Poseidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino,

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes

ni al salvaje Poseidón encontrarás,

si no lo llevas dentro de tu alma,

si no los yergue tu alma ante ti.

 

Pide que el camino sea largo.

Que sean muchas las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos antes nunca vistos.

Detente en los emporios de Fenicia

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

y toda suerte de perfumes voluptuosos,

cuantos más abundantes perfumes voluptuosos puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias

a aprender de sus sabios.

 

Ten siempre a Itaca en tu pensamiento.

Tu llegada allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguardar a que Itaca te enriquezca.

 

Itaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.

 

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

entenderás ya qué significan las Itacas.

 

K. Kavafis

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