25 de enero: Virginia Woolf, Mártir
La primera vez que leí su nombre fue en el título de la desasosegante película en la que unos violentos, crueles, decadentes y brillantes Elizabeth Taylor y Richard Burton nos ponían frente a la más denigrante miseria humana. El What a dump! del principio es eso: solo el principio. Yo era lo suficientemente joven como para seguir confiando en mi padre, a quien pregunté por el significado de un título de clara referencia (si bien yo no sabía aún del significado de esta palabra) a la música que Disney había mandado componer para su versión animada de Los tres cerditos, ese odioso cuento.
https://www.youtube.com/watch?v=XIOSOlqMaj8
Luego supe que la música de Frank Churchill no se utilizó en la película ni en la mayoría de las distintas versiones teatrales por razones de copyright y que tuvo que recurrirse a una canción de corro ("Here we go round the Mulberry Bush") en cuya métrica encajaba como anillo en dedo la nueva letra que no era sino un chiste de borrachos. Universitarios e intelectuales, sí. Pero borrachos. Un simple chascarrillo de significado tan abierto como ambiguo o muy probablemente inexistente más allá del juego de palabras a pesar de la explicación del propio Albee (“who’s afraid of Virginia Woolf means who’s afraid of the big bad wolf . . . who’s afraid of living life without false illusions”).
https://www.youtube.com/watch?v=mdEcPD2A6Zk
Muy poco después ataqué Las olas. Justo después de Por el camino de Swann y antes de El sonido y la furia. Una niña muy precoz (solo para eso) que se zambullía en la lectura de cualquier libro que no oliera a obligatorio o recomendado. Pero huelga decir que el libro me quedaba muy grande y que el breve idilio con el juego estético e intelectual dejó paso a la búsqueda de los monólogos de Jinny, el único personaje cuyo monólogo interior podía confluir con el de una preadolescente.
Y llegó Orlando, la más extravagante y sin embargo inevitablemente lógica elaboración de la cuestión del género. A pesar de que los 80 y Peter Greenaway nos habían familiarizado con el barroquismo y la estructura cinematográfica que brilla por su ausencia, y de la maravillosamente andrógina (y élfica) Tilda Swinton, no conseguí nunca llegar mucho más allá del bellísimo (y necesariamente breve) trailer o de la escena del laberinto.
https://www.youtube.com/watch?v=jFMmMh288pE
En 2002, Stephen Daldry dirige magistralmente Las horas. Y parecía imposible haber vivido sin que existiera la mirada indescifrable de Nicole Kidman (antes de que el bótox cortocircuitara su rostro); sin el fracaso estrepitoso de Clarissa Vaugham (Meryl Streep) en su relación con el conmovedor y acabado poeta que interpreta Ed Harris; sin la amantísima, dulce y perfecta vecina, madre y esposa, el monstruo terrible que compone Julianne Moore. Pero, no me leí Mrs. Dalloway.
https://www.youtube.com/watch?v=LAta0W0aoQI
Estoy en deuda con Virginia Woolf. Más allá del mal que la torturaba y que la empujó al más inevitable (léase su carta de despedida a Leonard) y literario de los finales. Virginia (así, casi Ginia, como la llamaban en casa) me conmueve mucho más a través de mujeres que peregrinan al 46 de Gordon Square y que iluminan la vida de quienes tenemos la suerte de cruzarnos con ellas cuando no están buceando en la tristeza y la soledad de la primavera o del otoño.
Feliz cumpleaños, Virginia.
P.S.: Tomo prestado el título del precioso Calendario y efemérides literarias 2013 de Impedimenta
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